SEÑALES DE HUMO PARA UN ESPÍRITU ALBINO

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lunes, 2 de mayo de 2016

BOCETOS


¡Odio aquellos días, en que me convierto en pez, que se ahoga con sus propias lágrimas! A solas, con las pupilas irradiando nostalgia, con un sabor a sal entre mis labios, es que contemplo el impetuoso escurrimiento de los años. Porque se que a ratos me convierto en arquitecta de mi propio infierno, derrumbo y construyo puentes, murallas que habrán de protegerme de la peste que suele anidarse en mi mente, de la indescifrable belleza del pecado, que al final de la calle siempre me aguarda. Acaso me expulsé a mi misma la noche de anoche de la cama y mis incoherencias, ignorando legendarios sueños que suelen habitar, a contraluz y esconden silencios, miedos aterradores, demonios con escudos encadenados a mi tácita memoria.
Dispuesta a enfrentar la batalla interminable, ya sin armas y con un solo recuerdo me enveneno las entrañas, así desperté hoy. Si, eso debe ser, es la única explicación que me hinca y dosifica mis batallas, el saber que soy una guerrera desahuciada, que lucha por cambiar el rojo de la sangre por un color nuevo, y solo hasta lograrlo será vencida.
Hay noches que mis parpados, se resisten a mirar mi parte luminosa, sobreviviendo a la fiereza de aquellos colmillos, que encuentro en las acciones de los seres, que con admiración y embeleso contemplo cada que nace luna llena. Mi corazón se queda a oscuras ciertas temporadas, mi espíritu es fulminado por la soledad y el frío de la nieve, mi locura se niega a trascender más, y al mismo tiempo endurece y derrama de sus sienes aguas oscuras. Completamente adormilados yacen extraviados mis instintos en alucinaciones inverosímiles. ¡Qué no me sirven de nada y solo ocupan espacio en mi ya petrificada voluntad!
Ahora bien, las mujeres de mar conocemos de escombros y navegamos a placer en la profundidad del dolor, somos excelentes guías, que habrán de conducir marineros embriagados de licor mundano, rumbo al puerto de las emociones fantasmas. En la fase más elevada de una metáfora y sus enigmas, duerme la derrota en la tumba del amor, al ser espectadora y escribana, pienso y me corrijo, sin explicarme del todo este afán que poseo para descifrar el alma de las piedras, ¿acaso es mi reflejo el predecesor de este maldito insomnio que me aqueja?
Culpable es el destino, causante confeso de esta inmensa mutilación de sueños. Inocente es mi pluma, que confiere el perdón al espacio y tiempo, que se ve forzado a derrocar el inmaculado blanco, ante la agonía de mis últimas heridas, que se marchan con la esperanza de amar y renacer en nuevos avernos.
Musa Peregrina
Desde la perla del pacífico
Acapulco, México.