EL JAZMIN Y EL ALERCE
La primera alborada trajo una suave brisa que mecía mis ramas, como a un niño en su cuna.
Traía canciones con coros de gorjeos infinitos. Un ruiseñor ejecutó un sólo exquisito. Las nieves se habían derretido en el bosque, y del suelo afloraban colores y aromas casi celestiales. Luego de un frío invierno, la vida comenzaba a asomar en todas las latitudes.
Los ciervos se alimentaban de los pastos más frescos. Yo, como buen anfitrión, le extendí una alfombra de ocres en distintas tonalidades. El agua acariciaba mis raíces haciéndome cosquillas a lo igual que esas traviesas comadrejas que invernaron en uno de los huecos de mi tronco. Yo soy un alerce, soy uno de los más duros del mundo, si me juzgan por mi corteza, pero desde hace unas temporadas arbóreas, encontré que por dentro tengo la fragilidad de mis hojas. Una liana, llamada “Jazmín de Aire”se acercaba a mí. ¡Yo no me puedo mover como ella! Al principio, me sentí acechado. Estoy muy bien aquí sólo, durante años tuve mi espacio para desarrollar mis raíces a mis anchas, pero esta rara especie se acercaba rauda a mi terruño. Una mañana desperté y un aroma que jamás había percibido envolvió el aire.
Era Jazmín, que me acariciaba una parte de las raíces que asomaban. ¡No me pude mover aunque quisiera! Día a día se acercaba más a mí, mientras viboreaba una danza al ras del suelo, una suerte de seducción natural. Comprendí que la naturaleza, en su infinita sabiduría hizo que por más que mi soledad no sea una cruz con la que hay que cargar, nunca es bueno estar sólo.
Hoy en día, luego de cada invierno, despierto abrazado a Jazmín, con quien comparto los aromas, el aire, el agua, mi espacio y me regocijo con todo aquello que siempre disfruté, con la diferencia que ahora lo comparto con mi compañera para toda la vida.
TOTTI DRACO BENIGNI
La primera alborada trajo una suave brisa que mecía mis ramas, como a un niño en su cuna.
Traía canciones con coros de gorjeos infinitos. Un ruiseñor ejecutó un sólo exquisito. Las nieves se habían derretido en el bosque, y del suelo afloraban colores y aromas casi celestiales. Luego de un frío invierno, la vida comenzaba a asomar en todas las latitudes.
Los ciervos se alimentaban de los pastos más frescos. Yo, como buen anfitrión, le extendí una alfombra de ocres en distintas tonalidades. El agua acariciaba mis raíces haciéndome cosquillas a lo igual que esas traviesas comadrejas que invernaron en uno de los huecos de mi tronco. Yo soy un alerce, soy uno de los más duros del mundo, si me juzgan por mi corteza, pero desde hace unas temporadas arbóreas, encontré que por dentro tengo la fragilidad de mis hojas. Una liana, llamada “Jazmín de Aire”se acercaba a mí. ¡Yo no me puedo mover como ella! Al principio, me sentí acechado. Estoy muy bien aquí sólo, durante años tuve mi espacio para desarrollar mis raíces a mis anchas, pero esta rara especie se acercaba rauda a mi terruño. Una mañana desperté y un aroma que jamás había percibido envolvió el aire.
Era Jazmín, que me acariciaba una parte de las raíces que asomaban. ¡No me pude mover aunque quisiera! Día a día se acercaba más a mí, mientras viboreaba una danza al ras del suelo, una suerte de seducción natural. Comprendí que la naturaleza, en su infinita sabiduría hizo que por más que mi soledad no sea una cruz con la que hay que cargar, nunca es bueno estar sólo.
Hoy en día, luego de cada invierno, despierto abrazado a Jazmín, con quien comparto los aromas, el aire, el agua, mi espacio y me regocijo con todo aquello que siempre disfruté, con la diferencia que ahora lo comparto con mi compañera para toda la vida.
TOTTI DRACO BENIGNI
