En el hueco que se alimenta de nostalgias en la profundidad de tu alma habito.
En la ternura de la gota de lluvia que resbala en el verano ardiente me recuerdas.
En la última estrella que enciende la noche mis brillos añejos aun sacuden tu cuerpo.
En la inmortalidad del polvo floto y convertida en espora de luz me adueño del crepúsculo.
En la soledad del orgullo que implora distancia errática, respiro a través de tus huesos bífidos.
En el cofre de tesoros inexistentes que escondes bajo el brazo, renazco en esmeralda.
En la tempestad que azota con llanto tu alma germina mi sonrisa.
En la bitácora que el silencio resguarda a lo largo de los años me invocas.
En la oscuridad de los muertos que en paz no descansan oras por mí.
En el rojo de la tarde ardes e imaginas mi aroma entre tus sábanas solitarias.
En el ápice de castidad que tu memoria posee, palpita por un instante la demencia y olvidas mis errores.
En la cúpula de poder que de tu ego emana me rechazas por infiel, por traicionar la imagen que construiste para erigir tu machismo cruel.
Musa Peregrina.