SEÑALES DE HUMO PARA UN ESPÍRITU ALBINO

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jueves, 18 de junio de 2015

GANE TERCER LUGAR Concurso Internacional de Poesías y Narrativas

GANE TERCER LUGAR

Concurso Internacional de Poesías y Narrativas 
C.H.E. (Círculo Hernandense de Escritores)-
Comunidad Cultural Tercero Arriba
UNILETRAS (Naciones Unidas de las Letras)
Auspician
Gobierno de la Provincia de Córdoba
Agencia Córdoba Cultura
Municipalidad de Hernando,Argentina.

Narrativas:
1º) "Sólo tú"- Emelia Sanz Vacca- Valladolid -España

2º) "El saludo"- Marilú Rodriguez Valiero de Calezado- Rocha- Uruguay
3ª) El muñeco de vitrina"- Musa Peregrina -Oralia Lombera Reyes- Acapulco -Méjico

Poesías:
1º) "Arenas al viento"- Mario Hernán Latgorre Quintanillas- Rancagua- Chile

2ª) "Norte Fantasma"- Ruby Paulina Guajardo Martinez- Quillota- -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

EL MUÑECO DE VITRINA

Un viento triste soplaba esa tarde de otoño, como si se solidarizara con los pasos cansados del pequeño Manuel…

El niño de solo nueve años caminaba de vuelta a casa, sin haber logrado vender en su totalidad los collares y pulseras, que su madre elaboraba para con su venta subsistir. Proveniente de una familia, donde imperaba la pobreza y la desilusión, por un mejor porvenir. Ya el sol había tatuado manchas blanquecinas en su frente, como signo inequívoco de su peregrinar, día con día a lo largo de la playa de caleta, persiguiendo turistas para ofrecer su humilde mercancía.

A pesar de las negativas y malas caras que la mayoría le hacían, al verle sucio con su ropa desgastada y sus inseparables huaraches viejos. Le miraban de arriba abajo, sin poder ocultar su desprecio, por el pequeño vendedor ambulante. Qué no hacía otra cosa más que ganarse la vida, de manera honrada, apoyando para el sustento familiar. No acudía a la escuela como los demás chiquillos de su edad, vivía con su madre, sus hermanitas gemelas y su padrastro Santiago.

Finalmente llegó a casa, tenía mucha sed y estaba hambriento, su alimento en todo el día fueron dos cocadas, que una buena mujer le regaló por la mañana y un agua de jamaica, que mitigó de momento la sed que arreciaba. Abrió la puerta y brincó del susto, al ver a su padrastro mirándolo fijamente. Desde el sillón en medio del cuartucho, el cual ya se había sumido una parte, por pasar tantas horas dormido, como huella de la holgazanería del borracho. Después de trasnochar por las calles del puerto, vagabundeando sin oficio ni beneficio. Siempre atento a las oportunidades de estafar al prójimo, si en sus manos estaba hacerlo.

- ¿Y tú que me ves?- El niño bajó la mirada y avanzó a la cocina en busca de su madre, quién le hacía señas para que se quedara callado y no respondiera, provocando la furia del hombre y no fuese asaltarlo a puños.

El mismo sujeto que tantas veces la golpeaba, el que ella cobardemente le permitía pisotear su dignidad como un tapete casero. El niño habló quedito, respirando agitado ya que padecía de una malformación cardíaca. Cada vez que una emoción le dominaba, su corazón que era como un pajarillo asustado y el alma amenazaba con salirse de su cuerpecito. Sus padres nunca fueron responsables de llevarle al médico, para que recibiese tratamiento a su mal, mientras este le avanzaba día con día.

-¡Mami es todo lo que pude vender!- Ella revisó desesperada la bolsa de lona azul, donde el chico guardaba el producto de su trabajo. Lo miró con rabia, y le dio un jalón de cabellos tan fuerte como su frustración por vivir en un mundo diferente.
¡Seguro anduviste de vago perdiendo el tiempo, jugando con los demás! Qué solo te lo quitan, en lugar de caminar más lejos para terminar los collares. ¡Te quedarás sin cenar! Ese será tu castigo. ¡Malvado! No te apiadas de tu madre, que tiene que lavar ropa ajena, a esas señoras estiradas que me pagan una miseria, para todavía venir a cuidar a tus latosas hermanas. ¡Estoy de sirvienta de ustedes y para lo que me agradecerán cuando sean grandes!

El niño nubló su mirada con lágrimas, que era la única expresión que se permitía frente a su madre, quién ejercía de manera primitiva la crianza, ante las batallas que la vida le presentaba. En donde no existía un día distinto a otro…
Se dirigió ante la colchoneta sucia, a dormir junto a las gemelas Ana y Marita de cinco años. Las chiquillas abrazadas fingían dormir, era una forma de sentirse seguras y no dar problemas. Cuando por las noches sin ser adivinas, acertaban que habría pelea entre mamá y Santiago.
El niño se acurrucó en ese lugarcito a salvo del infierno que se avecinaba, la madre reclamando a su padrastro, enumerando las veces en que este le había sido infiel. En lugar de exigirle trabajar y llevar una vida recta, para permitirle compartirla junto a sus pequeños.

Su verdadero padre fue chofer de un taxi y murió en un accidente de carretera, hacía apenas dos años. Dejándolos sin patrimonio e indefensos, ante la ignorancia y baja autoestima de su madre. Ahora viviendo con ese extraño que un día entró en casa, para sembrar terror eterno. Transformándose en un monstruo más de la oscuridad que se hacía presente, aun sin apagar el foco.
Abrazó su sucia almohada sin funda y volteó a mirar su viejo juguete, un muñeco en forma de luchador tan descolorido como su infancia.

Esta, es la etapa mágica del ser humano o debería ser siempre, ahí atesoramos nuestras verdaderas joyas, aquellas que nadie logrará robarnos jamás. Qué son los mejores y más bellos recuerdos, si la vida es esplendida con algunos. Pero con otros, logra extraviarles las sonrisas que por ley divina les pertenecen. Cerró sus ojitos rojizos de tanto llorar, cuando de pronto apareció ante él un lugar desconocido, donde había muchos niños tomados de la mano de sus padres, sonriendo, jugando y cantando. Felices de estar juntos como deben estar las familias, un sueño del cual él carecía.

A lo lejos sonaba la fuerza del mar, con una melodía nueva, como un murmullo a lo que escuchaba a diario al salir a vender. ¡Manuelito, manuelito! Unos gritos provenientes de un acantilado cercano, detuvieron sus pasos, embelesado de observar tanta armonía. Al centrar su mirada, en el dueño de la voz que le llamaba con tanto cariño, como lo hacía su padre antes de mudarse a vivir con Dios. Casi se desmaya de la impresión… ¡Era su muñeco viejo!
Qué había tomado forma humana y le sonreía gentil. ¿Tú? ¿En verdad eres tú? Si, soy tu compañero y amigo de tantos juegos, estoy aquí para invitarte al mío. Quiero que conozcas, que se puede volar hasta el cielo y las estrellas tocar, cuando ya se han dormido… ¡Se ven mucho más hermosas, que desde la tierra!
-¡Anda ven conmigo!- El niño no lograba ordenar sus pensamientos, cada vez abría más los ojos, asombrado de no estar seguro de lo que veía. Solo movió la cabeza, afirmando querer viajar a ese sitio increíble, que se vive solo en sueños… El muñeco lo tomó de la mano y echaron a andar sin rumbo. ¿A dónde vamos?
Detrás de esa nube. ¿Hasta allá? Si. ¿Qué se esconde dentro de ella? Tu sonrisa y no habrá más lágrimas… ¿De verdad? ¿No me mientes? No.

En ese lugar serás un juguete y alegrarás la vida de quién te ame, pero serás nuevo, no como yo, que ya cumplí mi misión ante tantos niños, que aun conservan sus sueños. Creando un mundo mágico y formando parte de el, cuando el que habitan les causa dolor. Y se refugian como tú lo haces, tantas noches que la realidad es opaca ante la luz del amor, que Dios dibujó para todos.
Atravesaron valles con grandes árboles, que en sus ramas tenían papelitos de celofán en los que guardaban caramelos. Escalaron montañas, que en la cumbre escondían mini planetas que se veían como pelotas de colores, y al ascender a la pirámide que está a la vuelta de la luna, en una calle cerca de donde vive el sol, llegaron sin cansancio a la nube prometida.

Allí logró observar un río enorme, tanto como su soledad, pero en sus aguas cristalinas flotaban burbujas doradas, chispeando rayitos de esperanza. Mientras les llegó un silbido, parecido al que hacen mil mariposas en primavera, cuando el tiempo coquetea con sus alas. Una luz inmensa llovía en el lugar, haciéndolo sentir libre, grande fuerte y sano. El ruidito de su corazón cada vez sonaba más lejano, ese que siempre le anunciaba como una campana sus miedos, si una emoción inmensa le acariciaba su interno. Llorando de felicidad, gritó fuerte por primera vez, diciendo… “Quiero nadar ahí, ser feliz como antes que mi papí no me abandonara, y me llevaba con él en su carro, me ponía al volante mientras mamá me comía a besos. Ella me daba su hermosura, envuelta en hojitas de ternura. Mis hermanitas brincaban en su cunita y yo les daba su biberón y cantaba dulcemente, buscando se quedaran dormiditas…

-¡Vamos ya Manuelito!- Nademos juntos, yo te cuidaré esta vez y guiaré tus pasos a una playa maravillosa, sabes… te quiero mucho.
-¡Manuel, Manuel!- Despiértate flojo, Manuel. ¿No me oyes?
El niño sonría, al fin se había convertido en un muñeco al igual que su amigo. Tal vez, en alguna vitrina de tantos centros comerciales que existen en la ciudad, lucía su carita limpia de juguete. En un nuevo mundo, como esas lunas que nuestros ojos no imaginan siquiera que existen. Ahí no necesitaría un corazón para latir y tener vida, estaba feliz en esas playas, que el océano de un misterioso destino le prestaba para jugar en libertad.

Seremos niños por siempre, si aprendemos a amar, haciendo collares de caracolas, correteando por toda la arena, con el hilo del cometa colgado a nuestros sueños. Respirando compasión, siendo mejores, protegiendo a nuestros pequeños, que son la prueba de que Dios nos comparte un trozo de su corazón. Hoy que somos adultos y algunas temporadas, nos sentimos como un niño solitario, que no encuentra la salida a sus temores, que no tiene hogar que le proteja de las inclemencias de la vida, cuando injustamente le hacen daño…

*Dedicada a mis muñecos de vitrina, Aldo y Jairo, que son mis luceros eternos en cada despertar.*

Oralia Lombera Reyes
“Musa Peregrina”
Desde la perla del pacífico Acapulco, México.



Gracias Daniel Brogin por perseguirme por días para enviar mi cuento y participar.