DESIERTAS SOLEDADES
El lobo rondaba sigiloso y poco a poco marcaba territorio a su alrededor, con el temor perenne que robaran el tesoro de su alma como lunas atrás y se desgarrara de dolor. Mientras en el corazón del bosque virtual la caperucita se cubría de espesa niebla y buscaba a ciegas el amor.
La luna miraba a placer y por un momento se atrevió a liberarse de las cadenas que el mundo le colocara en el cuello, atándola al lobo y su misterio apasionado, redentor… Decidida ofrendó su brillo a la nostalgia, convencida de que era su hermana en esta vida y como ella no había dos.
Caperucita depositaba los recuerdos, los fracasos, las ausencias y su anhelo de eternidad prometida llorando ríos, como flor sin primavera que la flagela el otoño amenazante de soledad y rencor.
El lobo le aullaba a la luna, con el afán de enmudecer sus penas y despertar alegrías,
más se desilusionó porque la noche caminaba lentamente, siempre a tientas envuelta de penumbras, asomada a ventanas absurdas.
Luna, lobo y caperuza escucharon al viento de la madrugada
que en silbidos les decía:
“A pesar de la oscuridad que el mundo les convida,
enciendan una vela de esperanza en medio de la tristeza, hasta que se convierta en una fogata de amor y alumbre cada uno de sus días, en una hoguera incineren los miedos y los recuerdos que esclavizan”
Bendigan a las tinieblas porque sin ellas jamás la luz existiría.
Celebren la vida y ámenla ella también sufre, no aúlla, no grita, valiente respira y con amor lame sus heridas…
Musa Peregrina
Desde la perla del pacífico Acapulco, México.