Hoy me detuve frente a nuestro mar, y lloré... Infinidad de tardes me he situado aquí como una gaviota perdida, en búsqueda del viento que acaricie mis alas rotas, como nube en invierno flotando solitaria, en el cielo de esta interminable ausencia. Mi alma decidió salir de paseo, con el deseo perenne de viajar dentro de una botella de cristal, ahí te enviaré esos suspiros que ya no te pude entregar, lágrimas ardientes quemando mi piel, que se marchita nostálgica porque necesita el agua de tus besos. ¿Sabes amor? Desde que te marchaste tengo sed de amar...
Cariño te extraño con toda la fuerza de mi alma, dejaste huellas en mi playa inolvidables, anclaste el placer en mi memoria, que se remonta a nuestro primer beso... ¡Dios siento un doloroso deseo de tenerte...! Pero no estás más conmigo, nunca más... Me desquicia no poder regresar el tiempo, quiero asfixiar los relojes del mundo para que no me causen más heridas, hacer todo de una manera distinta, y detener esta soledad inmensa, que como ladrona, se filtra hasta la última gota de sangre que naufraga en mis venas. El sonido de tu cuerpo sobre el mío taladra mi mente, se quedó atrapado en una caracola y duerme en la profundidad de lo que no será más. La profecía se ha cumplido, y no estás a mi lado, cuánto me duele esta vez el haber amado... no imaginas cuánto.
Ante noches viejas que deambulan en mi alcoba y son testigo del instante en que la luna, nos vistió de estrellas y luceros. Te escribo esta nota que navegará en el tiempo buscando en algún lugar del infinito que tu corazón te guíe, la abras y decidas atracar en mi puerto. Recuerda amor que me desnudé en el muelle de tu poesía, día a día me gritaba que tus ansias eran solo mías. Y llegaste a las costas de mi vida, cuando navegaba errante escapando del amor, de los besos y orgasmos a escondidas.
Sueño con que este mensaje llegue a ti y al leer decidas mi destino, sin esclavitud al pasado, sin cadena de reclamos, con la maleta vacía y las alas extendidas al horizonte. Siempre valientes y dispuestas, rumbo a mí o ya no sé adónde...
He guardado el mensaje, mientras mi espíritu triste permanece sentado en los acantilados de aquellos amores que nunca rompe el tiempo. Sabiendo que la esperanza navegará en esta pequeña botella, con el deseo de cruzar el mar de soledad que nos separa, de esa distancia abismal de tu boca y la mía, en espera de que algún día me permitas subir a tu barca y vuelva a ser aquella sirena que nada entre tus brazos, que canta, que es feliz y aun cree que existen las perlas azules. Amor, quiero dejar de ser la ilusa, que cada tarde le pregunta al mar... ¿el dolor tiene final?